miércoles, 28 de enero de 2015

El día que Mario no saltó

Por Tomás Rodríguez.

Sterling, Ballotelli y Coutinho. (Imagen cortesía: www.cna.org.cy)
La semifinal de la Capital One Cup estaba que ardía con el encuentro entre Chelsea y Liverpool, un partido que serviría de bálsamo para que el obtuviera la victoria y donde la jugada de uno determinaría la fortuna del otro.


Con prisa y sin pausa
Se trataba de un partido decisivo ya de instancias finales donde cualquiera de los conjuntos obtendría un elixir anímico para sus fanáticos y para sus jugadores. No le podían dar paso a la caballerosidad o a sonrisas nerviosas porque sabían que las portadas del día siguiente serían favorables para solo uno de ellos: Chelsea o Liverpool.

El terreno fue preparado, eso sí, con una gran antesala. Mientras los jugadores estaban expectantes en el túnel que conducía al césped, el estadio estaba a total oscuro mientras solo brillaba la pantalla electrónica con un vídeo inspiracional de los jugadores e imágenes de partidos. Al fondo el grito y la emoción de todos los hinchas londinenses. La puesta en escena fue espectacular, una completa atmósfera de emoción al borde.

Solo una delgada línea podía mantener la calma entre ambos conjuntos, esa que el árbitro puede determinar en fracciones de segundos. Sonaba el silbato. Las revoluciones de velocidad se dispararon en el balón. El equipo blue mantendría el cuadro de combinación de pases entre Fábregas, Oscar, Hazard y Costa.

Los de Gerrard y compañía estaban conscientes de que sería una difícil batalla donde no podía dejar ningún espacio al hueco y, al contrario que su rival, debían hacer uso del contraataque con su pieza magistral: Sterling, eso sí, acompañado de Coutinho. Mignolet en la arquería era el indicado para evitar un grito de gol local acompañado de 40.000 gargantas.

Decir que no tuvieron ocasiones claras, sería negar un poco la realidad de un balón que no tuvo descanso durante 45 minutos y poca fue la oportunidad que tuvo de salir disparado desde un tiro de esquina. Aunque siempre estuvieron cerca de las áreas rivales no hubo una jugada puntual de peligro. El mayor riesgo lo tuvo Diego Costa. Un pisotón a Emre Can que el árbitro no pito encendió la chispa de la polémica y la intensidad de ambos equipos que en varias ocasiones discutieron acaloradamente.

Intento de capitán

Discusión entre Gerrard y Diego Costa. (img.bleacherreport.net)

La segunda parte no despidió a la velocidad con la que se jugó el primer tiempo, más bien la mantuvo. Era la expectativa de todos, quién podría resistir más. La defensa red a cargo del Škrtel estuvo atenta en todo momento para dejar limpia su área. Mientras que Oscar probó algunos tiros poco efectivos por medio de tiros libres. Las amarillas empezaron a propagarse.

El primero fue Emre Can, luego Škrtel y finalmente Gerrard quienes se toparon que la rigidez de Costa. El roce entre el capitán legendario con el jugador del Chelsea provocó la reacción colérica de ambos jugadores que por esa acción recibieron color amarillo.

Poco a poco se fue apagando la defensa local que proponía Filipe Luís, Ivanovic, Zouma y Terry. Los ataques impregnados de rapidez venían tras cada balón robado en los fallidos intentos del Chelsea. La jugada la construía Gerrard acompañado de sus jóvenes compañeros Sterling y Coutinho, desde el medio campo hasta el área donde en más de dos ocasiones Courtois fue el salvador de los blue con manos bien colocadas.

Al minuto 70’ se producía un cambio donde Rodgers demostraba confianza y creía que lo imposible se podría lograr. Salía Marković e ingresaba Ballotelli. Era la esperanza. Uno, dos y hasta tres tacos magistrales hizo para habilitar a sus compañeros cuyos disparos se iban fuera del arco y Gerrard chutó en varias situaciones, pero sin resultado.

El héroe, de nuevo

Ivanovic con el remate a gol. (www.independent.co.uk)

Si el ansiado público londinense no había podido gritar gol también fue por las paradas que realizó Mignolet al final del segundo tiempo donde el Chelsea quiso evitar toda opción de prórroga, sin embargo las manos y pies del arquero belga lo impidieron. Era inevitable, habría que sufrir.

Resistir por noventa minutos y un poco más es lo que se espera de un jugador profesional, pero cuando le toca jugar un tiempo extendido de 30 minutos empieza a consumir la batería para el próximo encuentro que tenga. Uno debía decidirse a marca para evitar la fatídica tanda de los penales que, en caso de que perdiera el Chelsea, significaría la derrota más dramática y la más peleada hasta el momento. Pero surgiría un héroe.

Minuto 94’, falta a favor de los blue. No significaba mayor peligro para los visitantes al parecer, solo tocaba defender y salir a atacar. Todos los jugadores tenían una marca asignada. Ya en posición, Willian se dispone a lanzar el centro. Ballotelli tiene asignada la marca de Ivanovic y en décimas de segundos corre hacia un lado. Mario abandona la marca. Se congela. Sus ojos detenidos ven el balón mientras va cayendo con efecto. No salta. Ivanovic remata con la testa y sorprende a Mignolet. Gol. Locura en Stamford Bridge.

El resto solo era historia. El Liverpool se veía forzado a retirarse de un torneo en el que hasta ahora es el máximo ganador con 8 títulos, mientras que Mourinho podía mantener el prestigio de su equipo tras ser eliminado de la FA Cup. La final les espera el 1 de marzo en Wembley, solo falta el rival: Sheffield o Tottenham.  

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